sábado, 9 de marzo de 2013

De la ética a la política. A propósito de Los Miserables, de Víctor Hugo



Al abordar las teorías éticas formales siempre nos encontramos con Kant que, recordemos, basa toda su ética en la categoría del deber, de un deber establecido a priori al margen de toda consideración empírica, de toda situación concreta y real (que son justamente las que viven los seres humanos de carne y hueso). No sin razón el joven Hegel subrayaba que esta ética nos conduce a un formalismo vacío.
Inmediatamente después de Kant suele aparecer en los manuales Sartre. Su posición es abiertamente opuesta a la de Kant, aunque sólo fuera porque, para Sartre, el individuo es, siempre, un individuo en situación, esto es, concreto, situado en unas condiciones concretas en las que, completamente sólo, debe elegir entre las diferentes opciones que se le presentan en cada momento, asumiendo así la responsabilidad de las consecuencias derivadas de sus acciones. De ahí la existencia de un absoluto sartreano, la libertad.
Sartre era plenamente consciente de sus diferencias con Kant, mostrando muy claramente su oposición al irresponsable formalismo kantiano (en tanto que el deber es definido a priori, el individuo que cumple con su deber no es responsable de las consecuencias derivadas de una acción tomada, nos guste o no, en una situación concreta). Algunos pasajes de la obra sartreana El existencialismo es un humanismo tratan de forma meridianamente clara la cuestión.

Una propuesta de análisis

Propongo analizar estas diferencias a través del cine, concretamente a través de la versión cinematográfica que en el año 2000 hiciera Josée Dajan de Los Miserables, de Victor Hugo. A muy grandes rasgos, y corriendo el evidente riesgo de simplificar en exceso, podríamos así observar dos actitudes opuestas: